Es 2045 y los seres humanos hemos encontrado la fórmula para una supuesta “vida feliz”. Esto a través de una simulación virtual llamada OASIS, la cual realmente es un placebo de escapismo de una realidad colapsada. Cualquier semejanza con tu Instagram y FB actuales, es coincidencia (o eso queremos pensar).
La trama es simple (quizás demasiado): un joven héroe (Tye Sheridan) participa en una especie de rally en donde los participantes deben encontrar un secreto (un Easter Egg) en un universo digital lleno de peligros y revelaciones. En el camino, los aliados y los villanos le darán sabor a la historia.
El creador de todo esta pseudo-realidad digital eterna en la que puedes hacer lo que quieras, cuando quieras y con quien quieras (Sofía Vergara agárrate, que si llego al 2045, tenemos una cita), es un tipo llamado James Halliday (quien parece un hijo bastardo de Steve Jobs, Willie Wonka y Walt Disney) y es él quien lanza el reto de encontrar ese “huevo de pascua”. ¿Qué ganarán los participantes con encontrarlo? Lo descubrirás conforme avanza la historia.
Hasta acá todo indica que es una película de aventuras juveniles. Y lo es, pero además, este relato lleno de agobiantes referencias retro —basado en una novela millennial escrita por Ernest Cline y que fuera un éxito de ventas en 2011 (y que derrumba la teoría de que los millennials sólo leen Twitter)— tiene un lado perturbadoramente oscuro que el héroe de la odisea se encargará de descubrirnos mientras nos emocionamos durante más de dos horas de magia cinematográfica (sí, es un cliché monumental decirlo así, pero no hay descripción más certera para lo que hemos visto…) que recupera al Spielberg más campechano que hemos visto en años.
Pero…¿ qué tiene que contar esta vez Steven Spielberg, el Sr. más anti-Millennial que conocemos? (sí, el mismo septuagenario que atacó a tu querido Netflix recientemente).
Ni más ni menos que un derroche inteligente de aventuras de ciencia ficción ligera pero efectiva, en el contexto de una historia en la mejor tradición del cine heroico, que aquí amalgama una lista casi infinita (usamos esta palabra para estar a tono, pero en realidad son unas 30 y tantas) de referencias que van desde Los Goonies, Matrix, Tron, y toda esa cultura pop de videojuegos, series, películas, música y demás déjà vus que están presentes en toda la película y que nunca se notan forzados.
Es así como la trama nos sitúa (por decir algo) lo mismo en la ciudad donde se desarrolló la película de Robocop, para luego mostrarnos imágenes de Donkey Kong moviéndose al ritmo de los sintetzadores de alguna canción clásica de Van Halen (“Jump”, porque Eddie Van Halen también sabía tocar bien los teclados), personajes de Street Fighter, Chucky el muñeco diabólico, Freddy Krueger, algo de Thundercats, el DeLorean de Volver al Futuro, una playera de Joy Division por ahí, elementos de Atari…. y mucho más, en una orgia visual ensamblada de manera milimétrica, que por momentos te hace pensar qué tú también estás en uno de esos oasis escapistas que plantea la película y no en el cine atascándote de nachos.
Afortunadamente toda esta parafernalia retro es sólo el adorno, y no el pretexto de la película (como lo fuera por ejemplo la asquerosa Pixels de 2015). La premisa es básica (si bien un tanto pretenciosa), pero al apelar al clásico modelo de cine juvenil de aventuras en mundo imaginarios, cumple con su función de sumergirnos en universo que se nos hace familiar todo el tiempo y que nos deja flotando en su atmosfera incluso horas después de salir del cine. Si éste era el objetivo de Spielberg (tras la muy bien lograda pero demasiado formal The Post) lo logra, agregando de paso, un nuevo clásico a su filmografía.
Lo bueno:
– Tye Sheridan cumple en su papel de protagonista juvenil (Parzival/Wade Watts), lo mismo que Mark Rylance en el personaje de James Halliday y Olivia Cocke como Art3mis/Samantha.
– Todas las referencias a la cultura pop. La puedes ver varias veces y seguirás encontrándolas (hay desde las obvias, hasta las escondidas que sólo algunos iniciados podrán ver a la primera). Y no, no tienes que ser un gamer o un geek para sentirte identificado con la historia, basta con tener idea de lo que ha pasado en el mundo del cine, los videojuegos y la cultura popular en los últimos años.
– El soundtrack. Si no nos crees, este playlist con canciones de la película quizás te convenza.
Lo (casi) malo:
– Te advertimos que si no te interesa mucho que digamos la cultura pop, no te harán tanta gracia muchas de las referencias. Es más, te pueden agobiar (si te gustó Pixels, mejor vete a ver una de Adam Sandler y no vengas a quitar oxigeno en la sala de cine).
– Pudo durar media hora menos y no pasaba nada. Aunque a decir verdad, tampoco es que decaiga en sus 140 minutos de duración.