Lo que tienes que saber sobre la vacuna del COVID-19

Tras un año de que iniciara la crisis sanitaria, tras el aislamiento y el incremento exagerado de contagios en todas partes del mundo la mayor luz de esperanza ha sido el pronto desarrollo de una vacuna que permita combatir la propagación del virus y eventualmente llegar a una cura. Afortunadamente la vacuna ya está aquí, pero esta esperanza esta lejos de ser la salvación definitiva.

Ciertamente existen aún muchas dificultades a superar, como la logística para lograr distribuir las dosis, el acceso desigual entre países ricos y pobres o la capacidad productiva de farmacéuticas y plantas de envasado, justo ahora nos enfrentamos a una gran paradoja: la sobreinformación desinformada. Nunca hubo ni tanto acceso a fuentes de información ni tan poco criterio para corroborar efectivamente estas fuentes.

Las tareas y las obligaciones laborales y escolares no paran por la pandemia. Y esto quiere decir que no siempre se dispone del tiempo para filtrar toda la información que se recibe. Así que enseguida les presentamos una breve lista de preguntas frecuentes sobre vacunas y sobre el COVID para tener disponibles cuando la duda acecha.

  • ¿Cómo funcionan las vacunas?

Existen dos tipos de vacunas: de adenovirus y de material genético. Las de adenovirus utilizan, justamente, adenovirus, un tipo de virus que tiene muchas formas e infecta a humanos y animales por igual. Lo que se hace es modificar un adenovirus ya conocido (por ejemplo, uno que causa una enfermedad común en chimpancés y humanos) añadiendo la parte del coronavirus que funciona como “llave” para entrar en las células e infectarlas. El objetivo es que el cuerpo replique lo que haría al entrar en contacto con un adenovirus cualquiera, que es detectarlo y generar una respuesta para neutralizarlo y matar las células infectadas, pero que lo haga generando una protección específica para la parte modificada. Esto funciona prácticamente como un entrenamiento para que ante una posible infección de SARS – CoV -2 las defensas ya estén generadas. Además, es muy seguro puesto que los adenovirus utilizados en la vacuna no pueden replicarse en nuestro cuerpo y generar una enfermedad (y por eso son necesarias dos dosis para fabricar la protección suficiente). Algunas vacunas que utilizan este principio son la Sputnik V (Rusia) y la de Oxford/AstraZeneca (Inglaterra).

Por otra parte, vacunas de material genético como las de Moderna o Pfizer (Estados Unidos), contienen una parte del material genético del virus. En el caso de Moderna, esta da instrucciones para sintetizar un antígeno de la “corona”, que es la parte del virus que las células pueden reconocer y hace que empiecen a producir anticuerpos. Lo que se inyecta es entonces la información del virus para que, en vez de reproducirse completo, produzca solo la parte que estimule nuestra respuesta inmune. De tal forma que, si entramos en contacto con el virus, ya tendremos defensas sin haber pasado la infección.

  • ¿Cuánto tiempo dura la inmunidad?

Aún no lo sabemos. Las vacunas son muy nuevas y para poder afirmar una duración precisa deberíamos tener datos tomados durante bastante tiempo. Lo que sí podemos saber con exactitud por los ensayos clínicos es que previenen cuadros sintomáticos y graves.

Se desconoce hasta el momento cuál es su efectividad sobre infecciones y transmisiones asintomáticas. ¿Qué significa esto? Que la inmunidad que se produce permite que no se curse la enfermedad de forma reconocible, pero que aún no podemos afirmar que quienes se vacunaron no se infectan ni transmiten. O sea que recibir la vacuna no significa poder relajar las medidas de cuidado.

Vacunarse también se recomienda en el caso de pacientes ya recuperados. Si bien hay casos documentados de reinfecciones, muchos pacientes recuperados presentan signos de inmunidad, como presencia de anticuerpos. Sin embargo, tampoco se sabe precisamente cuánto es que puede durar. Por eso, por ahora, el criterio es que, como se estima que vacunar a los recuperados no les va a hacer ningún daño, se vacunen de igual manera para reforzar las defensas.

  • ¿Tienen efectos secundarios?

Sí, como en toda vacuna y medicamento existe un porcentaje de posibilidad de efetos secundarios. El tema es cuáles, con qué frecuencia y con qué intensidad. En este caso, para todas las vacunas aprobadas son similares: hinchazón, molestia, o dolor en el lugar de la inyección, dolor de cabeza, fatiga, dolores musculares y fiebre.

Gran parte del trabajo de los ensayos clínicos es monitorear todos estos efectos. Por eso, por ejemplo, los ensayos de la vacuna de Oxford fueron suspendidos luego de que se reportara una muerte entre los voluntarios y se reanudaron cuando se logró establecer que esto no estaba en absoluto relacionado con la vacuna. Hasta el momento, las vacunas aprobadas no han mostrado provocar efectos secundarios severos de forma frecuente sino solo en un porcentaje mínimo de los tratados.

Sin embargo, dado que la velocidad del proceso de aprobación ha sido excepcionalmente rápida y los ensayos clínicos aún están en marcha, es probable que aparezcan nuevos efectos. Esto, sin embargo, no es motivo de alarma, simplemente se trata de una cuestión de escala. Los ensayos están analizando entre 50 y 120 casos de infectados entre 15 o 20 mil voluntarios, por lo que es probable que cuando la vacuna se administre a millones de personas aparezcan cosas nuevas (de hecho algunos vacunados con los desarrollos de Pfizer y Moderna presentaron reacciones alérgicas).

  • Si el virus muta, ¿la vacuna va a servir igual?

El virus ya está mutando. Hasta el momento ya se han confirmado tres nuevas variantes en Reino Unido, Sudáfrica y Brasil, lo cual es bastante lógico puesto que se trata de zonas de alta circulación y las mutaciones son parte del comportamiento normal de cualquier virus.

Pero respecto a la relación entre las nuevas cepas del virus y las vacunas, un estudio observó que, si bien posiblemente algunos anticuerpos estarían debilitados ante las mutaciones, ante una infección se producen muchos tipos de anticuerpos que funcionan como defensa, por lo que aún estaríamos cubiertos. Por tanto en definitiva, no existen razones para pensar que las vacunas dejarían de ser efectivas frente a las mutaciones que hoy se encuentran circulando. ¿Esto podría cambiar en el futuro? Sí, pero no necesariamente de forma negativa. La vacuna de la gripe, por ejemplo, se da de forma anual justamente porque el virus muta con el tiempo. Entonces podríamos suponer que, llegado el caso, es cuestión de detectar las mutaciones y modificar las fórmulas de las vacunas, lo cual afortunadamente no es lo mismo que hacerlas desde cero. Por otra parte, cuanto menos circule el virus de huésped en huésped menos mutaciones tendrá y esa es otra razón para continuar extremando los cuidados.

  • ¿Es necesario ponerse las dos dosis?

En muchos lugares del mundo se tiene el siguiente debate: ¿Es mejor usar todas las vacunas que se tienen ahora para darle una dosis a la mayor cantidad de personas posibles y esperar a que lleguen más para dar una segunda o es preferible darle la dosis completa a la mitad? Por una parte, los ensayos clínicos han probado mayor eficiencia al dar dos dosis espaciadas por 21 o 28 días. A su vez, en las pruebas se observó una eficacia menor (aunque igual alta) luego de la primera inyección, por lo que se estima que con la primera dosis aún se generaría cierta inmunidad.

Los expertos se han pronunciado tanto a favor como en contra de espaciar más las dosis. ¿Los argumentos de más peso? A favor señalan que demorar una segunda dosis no presentaría grandes problemas de seguridad más que un mayor riesgo de contraer la enfermedad entre dosis, que algunas vacunas de hecho podrían generar una respuesta inmune más fuerte si esto pasara y que vacunar solo a la mitad de una población vulnerable no contendría realmente el aumento de casos como podría hacerlo vacunar al doble con menos eficacia. En contra también se hace énfasis en la posibilidad de que si se espacian mucho las dosis se desarrolle una variante del virus resistente a la vacuna, que las vacunas de ARN (como la Pfizer) son demasiado nuevas y no administrarlas según indicación podría aumentar los riesgos de efectos adversos.