El fraude automotriz que nunca esperé vivir
Confiar en una agencia puede costarte más que dinero. Eso lo aprendí tras adquirir un vehículo en una agencia Jack por grupo Tersa, donde pasé de ser parte del equipo a víctima de un fraude automotriz que puso en riesgo mi vida.
La compra: de cliente interno a estafado
Todo comenzó con una supuesta ventaja: trabajar dentro de la agencia. Un compañero ofreció un crédito preaprobado para un auto Jack. No investigamos, confiamos por “ser de casa”. El primer mes, apareció el testigo TPMS (presión de neumáticos). El técnico lo borró sin mayor revisión. A finales de mayo, la transmisión falló en plena carretera. El coche se detuvo violentamente. Íbamos a bordo. Tuvimos suerte de salir ilesos.
Reparaciones falsas y evasión de responsabilidades
Tras llevar el vehículo al taller, la primera respuesta fue minimizarlo: “Solo es falta de aceite”. La falla reapareció. En el segundo intento, negaron haber recibido el auto. Pero teníamos pruebas: grabaciones y fotos en el taller. La gerente me tachó de conflictiva por exigir lo básico: seguridad y cumplimiento. La negligencia fue sistemática.
Las denuncias: Profeco y Ministerio Público
Presentamos una queja en Profeco. Allí descubrimos otra irregularidad: el contrato firmado no coincidía con el registrado oficialmente. Luego acudimos al Ministerio Público. En la denuncia por fraude saltó otra alarma: la factura tenía incompleto el número de motor. ¿Error administrativo o táctica deliberada?
Las lecciones de un caso real
Nunca confíes solo por “estar dentro”. Las agencias priorizan vender, no atender. Exige siempre diagnósticos y reportes por escrito. Guarda cada conversación y promesa. Hoy sé que la evidencia es tu única defensa ante un sistema que muchas veces protege al vendedor.
Comparte esta historia si tú también crees que el consumidor merece justicia.
Descubre más artículos como este y protégete contra el fraude.