La tensión entre Intel y el gobierno de Estados Unidos que lidera Donald Trump podría transformarse en un movimiento histórico para la industria tecnológica. Según Bloomberg, la Casa Blanca mantiene negociaciones para adquirir una participación del 10 % en la compañía de semiconductores, lo que convertiría al gobierno en el mayor accionista de la firma con sede en Santa Clara, California.
Intel y el gobierno de EE. UU.: ¿una alianza estratégica?
De concretarse la operación, el gobierno de Estados Unidos se quedaría con una parte clave de Intel, utilizando las subvenciones otorgadas bajo la Ley de Chips y Ciencia como base para esta adquisición. La administración de Trump contempla transformar los apoyos financieros en participación accionaria, con el objetivo de fortalecer el control estratégico sobre la industria de los semiconductores.
El valor de Intel y las millonarias subvenciones
Intel es una de las principales beneficiarias de la Ley de Chips, con 10.900 millones de dólares comprometidos en fondos destinados a proyectos comerciales y militares. Con esa cifra, el gobierno estadounidense podría hacerse con el 10 % de la compañía, actualmente valorada en más de 104.000 millones de dólares. Hasta ahora, Intel ya ha recibido 2.200 millones, aunque no está claro si ese monto se tomaría en cuenta en la operación.
Reuniones, polémicas y tensiones con el CEO de Intel
Los rumores de la posible compra se intensificaron luego de una reunión entre Donald Trump y Lip-Bu Tan, CEO de Intel. Semanas antes, el presidente había cuestionado públicamente la permanencia de Tan al frente de la empresa, alegando vínculos con compañías relacionadas con el Ejército y el Partido Comunista Chino.
Pese a las acusaciones, Tan defendió su posición, asegurando que se trataba de desinformación, y mantuvo un encuentro con Trump en el que aclaró los hechos. Posteriormente, el mandatario describió la trayectoria del directivo como una “fascinante historia”.
Intel en crisis: despidos y cancelación de proyectos
Este posible movimiento llega en un momento delicado para Intel, que enfrenta una crisis prolongada marcada por pérdidas, despidos masivos y la cancelación de un ambicioso plan de expansión en Alemania. La empresa busca reestructurar sus operaciones y recuperar la competitividad en el mercado global de chips, donde rivales como TSMC y Samsung le llevan ventaja.
La posible participación accionaria del gobierno estadounidense podría ser una apuesta estratégica para garantizar que una de las empresas más influyentes del sector se mantenga bajo control nacional en medio de tensiones geopolíticas y tecnológicas.
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